sábado, 24 de octubre de 2009

COLECCIÓN DE "PATOLOGIAS"... y quien este libre de pecado, que tire la primera piedra.

Marciana o eso que llaman: egotismo...

Dice la teoría que el "egotismo" en tanto patrón o forma fija en un campo organismo/entorno fluctuante, tiene como características el aislamiento con relación al ello y al entorno. Cuando los fondos están listos para el contacto final, hay una interrupción en la relajación del control y la vigilancia; cuando lo que toca es abandonarse, el egotista se detiene; cuando lo que toca es estar abierto a lo sorprendente, el egotista se detiene; cuando lo que toca es fundirse en un abrazo, el egotista se detiene. Hay una limitación de la espontaneidad a través de la introspección, un exceso de consciencia deliberada, un constante intento por controlar lo incontrolable...una búsqueda permanente por aislarse a sí mismo como única realidad, hasta llenarse de aburrimiento y soledad.

El egotismo es pues, la triste fantasía de vivir como si el aire no hiciera falta para respirar, el piso para sostenerse, una mano para levantarse o un empujón y una sonrisa amorosa para echar a andar de nuevo después de una caída. Ahí, uno elige creerse la mentira de "no necesitar nada ni a nadie", aún a riesgo de morir de desnutrición y soledad. Si, el egotista prefiere quedarse solo y muerto de hambre, con tal de no arriesgarse a ser abandonado, rechazado, aceptado, amado; con tal de no correr el riesgo de perder el control y ser defraudado, engañado...olvidado. "Más vale solo que mal acompañado" diría. El egotista prefiere hacer un estudio del amor, que arriesgarse a amar; calcula cada paso, cada movimiento, calcula los riesgos, los peligros, las pérdidas, las ganancias, y cada una de las posibilidades que su miopía le permite ver, y de tanto calcular se va quedando en números rojos... soñando, deseando, añorando la vida mientras la vida le pasa enfrente y se les escapa toda, toda delante de sus ojos.

Narcisismo

La imagen clásica que tenemos cuando hablamos de narcisismo es la de una persona completamente egocéntrica, que se ama "demasiado" (decimos), que tiene un auto-sentido y una auto-imagen inflada, de alguien que persigue sin piedad sus necesidades, sin importarle el de enfrente. Sin embargo, el narcisista tiene tanto miedo a ser descubierto, a que su vergonzosa experiencia de sí mismo quede expuesta a la luz, que protege lo que es (lo que se cuenta que es y que debe ser oculto) viviendo subjetivamente de imágenes, especialmente de imágenes de grandiosidad. Paradójicamente le importa demasiado el de enfrente, el entorno, tanto que termina extraviado en la mirada que viene de fuera, en la necesidad de recibir de esa mirada, aceptación y admiración. 

El sí mismo se despliega en el campo organismo/entorno, esta centrado en el encuentro entre el sí mismo y los otros. El narcisismo deja trunco esté encuentro y entonces no queda más que inflarse de más para no desaparecer, para no sentir que uno puede ser por completo ignorado, borrado, pasado de largo; y sin embargo es este mismo intento el que al final lo deja sólo, "genial" pero por completo solo. Entonces parece que desprecia al mundo cuando en realidad añora ser por un instante al menos parte de ese mundo, importante para ese mundo, querido por ese mundo. Su gran tragedia es que depende por completo del mundo que dice despreciar, de esas "bobas" miradas que no están a su altura, de esos "pobres tontos" con quienes añora encontrarse, vincularse. Su gran paradoja es que necesita quitarse el disfraz, desnudarse por completo, dejar a la luz su propia torpeza para entonces empezar a sanar, para entonces aprender a mirar dentro, para correr el riesgo justamente, de empezar mirarse.

Depresión...

Dice Campbell, que la depresión es la muerte en la vida: la bestia que todos llevamos dentro. Una amplia indiferencia por todo se apodera súbita o paulatinamente de nosotros. Oímos sin escuchar. Vemos sin mirar. Tocamos sin sentir el frío de un vaso lleno de hielos, el calor de una mano que nos acaricia el rostro.  El nivel de nuestra sensibilidad desciende por debajo de cero. No gozamos de la música que solíamos disfrutar por la noche; de Carmen Aristeguí temprano en la mañana; de esa novela que nos arrebataba el alma o de aquel ensayo que en un libro verde nos hacía pensar en la relación de la velocidad de las bicicletas y el absurdo ritmo de este mundo; del café caliente al despertar; de esa sopa de lima que de sólo imaginar llenaba de saliva nuestra boca; de aquel beso primero en una relación que empieza o del delicioso sabor de un tequila en una tarde fría. Nuestra capacidad de diálogo se apaga hasta el enmudecimiento y entonces hasta el sonido del teléfono resulta tan amenazante que no podemos más que meternos de lleno los más dentro de las cobijas que el tamaño de la cama permita.

Y no es ni siquiera que en la depresión todo se vuelva negro, más bien se torna gris. En ella, ni siquiera es dolor lo que sobreviene, no hay ni lágrimas para echar afuera. "Es la tinta de un café concentrado que se unta en el pecho del alma". Y a uno se le va el alma al suelo.  

De la misma forma arbitraría y traicionera en que llega, así también la depresión se va. Hace su aparición de pronto y luego se desvanece sin razón. A veces parece tener una causa: una pérdida, un comentario que sin intención nos rompe el corazón, la resaca de una enfermedad o de una fiesta larga. En ella se piensa mal, se siente nada. Pero no pocas veces resulta tan enigmática como la angustia que se presenta por causas desconocidas: un temor infundado. O surge también como la paranoia que se apodera de nosotros sin peligro real a la vista, sin que ningún indicio verdadero de persecución justifique que nos pongamos en guardia. Parece gratuita y sin embargo  no lo es. La pérdida de un amor, el fracaso en una empresa a la que le apostamos la vida, la partida de un querido, eso es tristeza, pero en la depresión, hasta la tristeza es alegría. 

Ocurre que un buen día la mañana parece luminosa y fresca, uno sale de casa (uno al fin sale de casa y hasta se baña!) a comprar el periódico (al fin le importa el mundo a uno, porque como también dice bien Campbell, la depresión es obscenamente individualista) y le agrada sentir el sol, ver las hojas secas y a los niños corriendo hacía la escuela, a una muchacha desenfadada con un café caliente en una mano y un cigarro en la otra, a un joven que entra sonriente a desayunar en una cafetería y uno quisiera decirles, gritarles (porque uno a recuperado la voz): "gracias, gracias por que hoy me salvaron la vida, sólo porque aparecieron y los vi, al fin pude volver a mirar al mundo". Así como viene, así también se va la depresión. Aparece el día menos pensado y de pronto se desvanece... esa, esa es la única esperanza... y entonces no queda más que ponerse a vivir otra vez.

Histeria...

martes, 6 de octubre de 2009

Buen viaje mujer grande...

Y vaya que me ha costados soltarte, decirte adiós, elegir la canción. Al final, no puedo mas que dar gracias a la vida porque con tu canto temblé, crecí, vibre, soñé, creí... si, creí, y si alguna vez creí y me la creí por un instante, ese instante único te lo debo a ti. Adiós Mercedes Sosa.