A ratos ocurre que sencillamente perdemos el centro y nos sentimos perdidos, confusos, asustados. El mundo parece extraño entonces, ajeno y lejano, como si no pudiéramos atrapar la vida con las manos o como si nuestros ojos se hubieran nublado de un instante al otro y entonces no somos capaces de mirar nada, de sentir claro, de entender algo...
si, ha ratos perdemos el centro.
Las razones son miles: un sentir que nos toma por sorpresa, una noticia que nos golpea, la cobardía que sube el tono y nos baña de miedo, la soberbia que nos deja ciegos y nos impide mirar con honestidad al otro, una vieja herida que se abre, un sueño que se rompe, la vida que nos arrebata un instante...
Cuando eso ocurre, es la mirada de los otros la que me trae de regreso a mi, la que me para en seco y me devuelve el centro....